Crédito: instagram @felipecampos

Una tarde cualquier en Nueva York, Felipe Campos, cansado de un frío polar parecido al que azota a la zona norte de España estos días, decidió ponerse a mirar casas en la costa levantina mientras soñaba con sentir el sol sobre su piel. El argentino, que llegó a España a los diez años y empezó en el mundo del grafiti a los doce, estudió Bellas Artes en la ciudad del Turia, en la que actualmente tiene base su estudio. Y así fue como el destino, tan caprichoso a veces, le puso en su camino, a tantos kilómetros de distancia, una maravillosa casa en Jávea a la que iría a visitar poco tiempo después y de la que quedaría fielmente prendado.

El artista, buscaba un cubo completamente blanco, casi aséptico, que le permitiera exponer su colección de tesoros. Un templo dedicado al arte que, sin embargo, no resultara frío, calculado ni mucho menos impersonal. Al contrario, todo lo que esta construcción de algo más de 200m2 alberga en su interior es, precisamente, parte de la historia de Pantone. Y es que a pesar de que la tendencia habitual sea alejarse del porte de museo, el pelaje de esta vivienda se sale de la norma para quitarnos de un plumazo todos nuestros prejuicios. La idea es que hubiera, además, muy pocas piezas mías y que casi todas fueran de maestros y profesionales que le motivaran y le removieran el alma.

…Y llevó su arte hasta las profundidades de una alberca

créditos: instagram @felipecampos

La construcción de la casa es obra de Esther Santos, una arquitecta de Madrid que hace casi todo en Jávea e Ibiza, y estaba lista para entrar a vivir. Pero de cosecha propia nos encontramos, además de la selección de mobiliario, la espectacular piscina que se ve desde el salón y que cuenta con vistas al mar. La reina de todas las fiestas era en su origen totalmente blanca y el creativo decidió adornarla con teselas de Onix para crear una obra a gran escala que jugara a través del color, el agua y la luz.

 El proceso de diseño inició con un prototipo en miniatura en el que cada loseta de color fue dando forma al mosaico de colores pixeleado. Una vez establecidos los lugares que ocuparían las losetas Pantone y sus colaboradores pusieron manos a la obra. Cuadro a cuadro las olas de color tomaron su lugar; la luz traspasó la transparencia del agua y, aunado al movimiento, la distorsión de la imagen de fondo creó un efecto visual único.

maginen la escena: el calor del verano envuelve el ambiente y las ganas de saciar la sed con una cerveza bien helada son incontenibles, tanto como las ganas de sumergirse en una alberca cuyo fondo, lleno de colores degradados y efectos visuales se transfiguran con el agua que refresca el cuerpo al sumergirnos…

Para más información: http://www.abrisud.com